
La adicción al algoritmo: cuando el Estado comienza a cobrar por respirar en la nube
El dato fiscal que muestra cómo el Estado monetiza tu dependencia digital.
Esta es la noticia
Chicago planea elevar el llamado "cloud tax" del 11 % al 14 %, con el argumento de "modernizar el sistema tributario".
Lo que mi cabeza me dice
El nuevo vicio de nuestra era no viene en forma de humo ni de sustancia prohibida. Viene disfrazado de innovación, se vende como eficiencia y se inyecta directamente a nuestra rutina laboral bajo el nombre de inteligencia artificial. La IA, que comenzó como experimento lúdico y promesa de futuro, hoy es muleta estructural de nuestra productividad. Y, como todo lo que genera dependencia masiva, ha despertado el olfato fiscal del Estado. Porque si algo sabemos hacer bien como especie, es regalar el alma primero y pagar impuestos después.
El modus operandi no es nuevo. Es una receta antigua con envoltorio moderno. Basta mirar el caso del tabaco: primero se distribuye, se normaliza, se convierte en costumbre y luego en adicción. Una vez asegurada la dependencia, se impone la tasa. Pero no una cualquiera. No. Se aplica un impuesto punitivo, diseñado no para desalentar el consumo (como dice la narrativa moral), sino para monetizar el vicio hasta su última bocanada.
Hoy, el humo es digital. No se inhala, se suscribe. No se quema, se ejecuta en la nube. Pero la lógica es la misma: primero te enganchan, luego te facturan.
El caso de Chicago es solo el primer síntoma visible de esta mutación fiscal. La propuesta de elevar el "cloud tax", con la vieja excusa de modernizar el sistema, no recae sobre el lujo, sino sobre la infraestructura básica del presente: almacenamiento en la nube, suscripciones a software, servicios de IA… Es decir, el aire que respira cualquier empresa que aún pretende competir en el siglo XXI. Y lo llaman progreso tributario.
La trampa es casi poética. Primero se nos convence de que la IA es indispensable. Se nos ofrece "gratis" o a precios simbólicos. Nos entrenan en su uso, nos hacen dependientes de su eficiencia, integran sus herramientas en nuestros procesos hasta que dejar de usarlas es una forma lenta de morir profesionalmente. Y justo cuando ya no podemos volver atrás, cuando la alternativa a pagar es quedar obsoletos, el Estado saca la cuenta.
Pero no lo llamarán "impuesto al vicio digital". Lo envolverán en palabras suaves: equidad fiscal, responsabilidad tecnológica, modernización. Mientras tanto, tú pagarás por usar la herramienta que ellos te empujaron a adoptar. Te cobrarán por adaptarte. Por estar al día. Por obedecer.
Y si te parece exagerado, recuerda cómo empezó todo con el cigarro: publicidad masiva, glamour, normalización social… luego, etiquetas negras, pulmones destruidos y precios imposibles. El ciclo se repite, solo que esta vez no te matan los pulmones: te colonizan el sistema nervioso productivo.
La verdadera audacia no es que cobren un 14 % por servicios esenciales. Es que lo harán cada vez que haya una nueva dependencia colectiva. Hoy es el cloud tax. Mañana será el AI duty, el neural bandwidth fee, el cognitive automation levy. El menú es infinito y, mientras más nos automatizamos, más fácil es facturarnos.
Porque esta vez no estás pagando por un producto, sino por tu capacidad de mantenerte relevante. La IA prometía libertad, pero el Estado ha encontrado la forma de cobrártela con precisión quirúrgica: justo cuando ya no puedes vivir sin ella.
Lo que estamos presenciando no es un simple cambio tributario. Es la institucionalización de la dependencia tecnológica como fuente estructural de ingresos públicos. Mientras el tabaco imponía un impuesto a la salud, la inteligencia artificial impone un impuesto a la competitividad. Y lo que viene no es una regulación ética. Es una captura sistemática del deseo humano de mejorar, empaquetado y monetizado.
El gran chiste de esta historia es que cuando todo se vuelva IA-dependiente, la rebeldía ya no será digitalizarse, sino pensar por cuenta propia. Y eso, por ahora, no tiene valor gravable.
Lo que los datos dicen
- Según la Tax Foundation, Chicago busca recaudar más de 280 millones de dólares anuales con la subida del cloud tax.
- El impuesto afecta servicios digitales como almacenamiento en la nube, suscripciones de software y plataformas de streaming, no bienes físicos.
- Desde 2015, el cloud tax ha crecido un 27 %, reflejando una tendencia global: más de 40 países ya aplican gravámenes específicos a servicios digitales.
- En Europa, Francia y Reino Unido lideran los llamados Digital Services Taxes, que afectan directamente a las grandes tecnológicas.
- En América Latina han adoptado políticas similares, gravando servicios como Netflix o Amazon Web Services.